Su intercesión tiene poder
Uno de los recuerdos que más me ha marcado de mi infancia ha sido el de mi abuelita materna inculcándonos el amor a María y el rezo del Santo Rosario. Todos los nietos nos sentábamos a su alrededor y ella desde su hamaca nos cantaba: «Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A ti, celestial Princesa, Virgen Sagrada María, yo te ofrezco en este día, alma, vida y corazón. Míranos con compasión, no nos dejes Madre mía, no nos dejes Madre mía y danos tu bendición»
Yo podía imaginarme a aquella Señora vestida con traje de realeza y corona como aquellas Princesas de cuentos de hadas. Mi respeto y devoción fueron creciendo a lo largo de mi vida por mi Mamita del Cielo, tanto que desde muy joven he podido experimentar su presencia en cada acontecimiento de mi vida.
Mi primer hijo Carlos Daniel nació un 13 de Mayo y antes de cumplir los 3 años sufrió una grave enfermedad llamada Síndrome de Kawasaki, estuvo más de 2 meses internado en el Hospital y en los momentos en que estuvo más grave de salud, cuando los médicos no daban esperanzas de vida e incluso veía a mi familia llorar, mi corazón sentía paz porque yo estaba convencida que mi Mamita del Cielo estaba a su lado y con su ayuda mi niño saldría victorioso de todo aquello por gracia de su hijo Jesús. Cuando recuperó, le ofrecimos en agradecimiento componerle una canción, tiempo después nació este hermoso canto: Ave Maria.
Dice la palabra de Dios «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» Lc. 1,45. Me encanta esta cita porque ella encierra el tamaño de la fe de María, esa misma fe que me contagia y fortalece en los momentos más duros de la vida.
Carito Siciliani.
«…Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.»
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